quarta-feira, 6 de outubro de 2010

LA CRUZ DEL DIABLO

Gustavo Adolfo Becquer

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Hace mucho tiempo atrás existió un grupo de moros que se apoderó de un pueblo. El líder de este grupo era un tipo desgraciado y temido por la gente del lugar.

Cierto día decide partir junto con varias de sus tropas de moros en una campaña por todo el territorio en busca de cristianos para matar, a modo de diversión, pues se había aburrido de aquel lugar.

El caso es que el tiempo pasó y el rey de los moros no volvió.

La gente del lugar recobró la fe y reconstruyó por fin una sociedad. Llegaron los misioneros y fundaron una Iglesia. Todos recobraron la alegría, trabajaban y vivían en paz.

Pasaron 3 años... y el tirano volvió.

Volvió montando su caballo, acompañado por varios moros; todos ellos con el cuerpo ensangrentado y lleno de tierra, como si vinieran de sobrevivir a una de las más terribles batallas. El rey, al ver todo cambiado, al ver que inclusive habían fundado un Iglesia y se había impuesto el cristianismo, estalló de ira.

Pero la gente al ver que su tirano había vuelto decide atacarle en sus dominios y acabar por fin con semejante hombre.

Fue una terrible batalla. Se dijo que el rey había hecho un pacto con Satanás para que los cristianos no ganaran. Pero no fue así. Cientos de hombres murieron, entre ellos el rey. Nadie se atrevió a enterrar los cuerpos, por lo que a aquel lugar lo denominaron tierra maldita y nadie se atrevía a entrar al lugar.

Otra vez paso el tiempo.

No se sabe en realidad como ni por qué paso. Se cree que fue una venganza del diablo mismo. Pero cierto día en aquel lugar empezaron a pasar cosas muy raras. Primero se decía que había luces, y que se escuchaban voces.

Empezaron a enviar hombres a ver que había allí, pero no volvían.

Solo uno logró volver, arrastrando su cuerpo, con el rostro deforme y el cuerpo cubierto en sangre. Según él, lo que vio fue un grupo de bandidos que se escondían en la tierra maldita. El alcalde decidió organizar un grupo de personas para ir atrapar a los bandidos. Cuando llegaron al lugar los bandidos escaparon y solo atraparon a uno, que había sido alcanzado por un cuchillo en la espalda. El alcalde le pregunto que hacían en aquel lugar. El bandido moribundo le contó que ellos eran bandidos que huían y que decidieron venir a aquel lugar porque sabían que allí nadie entraba. Les dijo que una noche en que ellos discutían pensando en quien seria el líder, apareció un hombre cubierto totalmente por una armadura. Este hombre les infundió un terror y un respeto tal que ellos decidieron hacerlo su líder.

Entonces el bandido murió con una sonrisa en el rostro. La gente volvió aterrada al pueblo tras escuchar aquel relato. ¿Podía ser que el temido rey hubiera vuelto a vengarse?

La gente decidió acudir al padre Venancio. Él era el cura mas viejo del pueblo y la gente le respetaba. Cuando el alcalde le contó los hechos al cura, éste le respondió que lo mejor era pedirle un consejo al santo. El santo era un hombre adulto que se llamaba Bartolomé, pero le decían San Bartolomé. Pues el cura lo recogió una noche en la puerta de la Iglesia, cuando era un bebito abandonado y estaba cubierto por una manta que tenia el rostro de Cristo. Desde entonces se crío en medio de los curas y de la Iglesia, y por sus actos y su sabiduría, lo denominaron Santo.

Bartolomé les enseño una oración que según él serviría para inmovilizar al mismo demonio.

El alcalde volvió a organizar un gran grupo de personas, todas esperanzadas con la oración del santo.

Entonces la gente fue rezando al atacar a los bandidos y a capturar a su líder.

Como por un milagro del cielo la gente salió victoriosa y lograron capturar al líder. Uno de los hombres decide sacarle el casco al jefe para ver su rostro. Mas cuando se lo quita se da cuenta de que este no tenia cabeza. ‘No tiene cabeza, el hijo de puta no tiene cabeza...’ - se fue gritando. Y la gente quedó atemorizada. El alcalde lo manda llevar a una celda, para que a la mañana siguiente lo ejecuten.

Pero el cura al escuchar los rumores de que no tenia cabeza, decide ir donde Bartolomé a contarle. Bartolomé queda pensativo y decide ir a ver al prisionero. ‘Escúchame bien padrecito... - le indica Bartolomé - ...vamos a ir a la celda. Pero tu sólo me acompañas hasta la puerta. Yo entro solo y tu cierras la puerta con llave. Solo la abres cuando yo te lo pida, si no, corres para donde el alcalde y lo llamas. Yo voy a ver si realmente no tiene cabeza.’

Así pues en medio de la noche los dos van a la celda. Tal como lo indica Bartolomé, este entra solo con una antorcha y el cura cierra con llave.

El cura apenas podía ver la luz que la antorcha desprendía, ‘ten cuidado San Bartolomé’- le pidió el cura. Bartolomé caminó despacio y logró ver el cuerpo encadenado del hombre con la armadura. De repente, como por arte de magia, la antorcha se apagó. Bartolomé quedó en medio de las tinieblas. El cura, al percibir que se había apagado la luz de la antorcha, se sorprendió. ‘San Bartolomé, pasa algo? Entonces escuchó que el santo empezó a rezar. Rezaba y rezaba hasta que no se escuchó mas. El cura se desesperó, ‘San Bartolomé, San Bartolomé, estás bien? Bartolomé, que ocurre?

De pronto sintió unas pisadas que se acercaban a la puerta, y vio como alguien trataba de abrir la puerta. ‘Padre,... ya me puede abrir la puerta’- escuchó una voz. ‘San Bartolomé, que pasó?- le respondió. ‘Padre, ábrame la puerta, le pido...’. El cura deslizó lentamente la llave a la cerradura. Mas de repente sintió que forcejeaban la puerta. ‘Padre, le he dicho que me abra la puerta... ábrame la puerta, le pido.... vamos! Abre la maldita puerta cura desgraciadooo!!!’

El cura casi se desmaya. Sin perder un segundo se fue corriendo en medio de la oscuridad. Entonces escuchó como la puerta se derrumbaba... y de repente sintió un golpe en la espalda que lo dejó plantado en el suelo...

Al día siguiente el cura se despertó y se halló tirado en el suelo. Fue a la celda y no había nada. Desesperado corrió a donde el alcalde y le contó todo lo sucedido.

El rumor circuló por todo el pueblo. La gente se organizó nuevamente para encontrar a Bartolomé o para dar con el bandido. No lo encontraron por todo el pueblo. Hasta que decidieron ir a la tierra maldita.

Allí encontraron al hombre de la armadura todo deshecho en el suelo en una alfombra de sangre. Entonces el alcalde decidió quitarle el casco para comprobar que no tenia cabeza. Más que terrible fue su impresión al ver el rostro de Bartolomé con un 666 en su frente pintado con sangre...

La gente decidió incinerar el cuerpo con la armadura, para después enterrarlo y sobre el sepulcro colocar una gran cruz de metal al revés para advertir que nadie se atreva jamas a acercarse allí, por ello la bautizaron la cruz del diablo.

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